miércoles, 19 de mayo de 2010
ORTEGA Y GASSET
I. LA IDEA DE LA FILOSOFÍA
I.1. Rasgos de la filosofía
En su obra titulada "¿Qué es filosofía?" define esta disciplina como “el estudio radical de la totalidad del Universo”, y presenta algunos rasgos principales que, a su vez, permiten aclarar la definición citada.
a) Principio de autonomía: siguiendo a Descartes, Ortega mantiene que el filósofo no puede tomar prestadas las verdades conquistadas por otros saberes; al menos en lo relativo a las fundamentos de la investigación filosófica, debe admitir como verdadero sólo aquello que se le muestre a él mismo con evidencia. Y es precisamente este afán por la autonomía de la filosofía lo que llevará a nuestro filósofo a la búsqueda de un dato que presente evidencia absoluta, de una realidad primera y radical (el vivir) y le conducirá a cuestionar las creencias más elementales desde el punto de vista de la actitud natural, de la actitud espontánea que fluye en la vida.
b) Principio de pantonomía o universalismo: las ciencias (biología, física, química...) se interesan cada una de ellas por una parte de la realidad; la filosofía, sin embargo, lo hace por el todo, por el Universo en general, siendo éste la suma de “todo cuanto hay”, el conjunto de todas las cosas, tanto las existentes como las meramente pensadas, imaginadas o deseadas. Podría objetarse que al filósofo también le interesa la ética, la estética, la teoría del conocimiento, la antropología, y que para su estudio estas disciplinas acotan una parte de la realidad. Sin embargo, en cada uno de estas investigaciones “particulares”, el filósofo hace una valoración de la región del ser que le interesa (lo moral, lo bello, la verdad, el ser humano) y las estudia en relación con el conjunto de la realidad, con la totalidad; en este enmarcar una realidad particular en el conjunto en el que se inscribe, la filosofía descubre el sentido de las cosas, el ser presente en todas ellas. Esto quiere decir que para Ortega y Gasset la filosofía es lo que tradicionalmente se identifica con la ontología: el estudio del ser, en qué consiste el ser y las categorías principales del ser.
c) La filosofía es un conocimiento teórico: por ser conocimiento es un sistema de conceptos precisos, basados en el ejercicio de la razón y disciplinado mediante la fidelidad a la lógica y a las reglas de la argumentación (Ortega está en contra del misticismo), y por ser teórico es un saber ajeno a la preocupación por el domino técnico del mundo pues la filosofía no da reglas concretas para la transformación de la realidad y la construcción de objetos. Sin embargo, no hay que creer que esta “inutilidad” de la filosofía la haga poco importante; antes al contrario; Ortega presenta dos razones que convierten a la filosofía en un saber imprescindible: por un lado, intenta satisfacer una de las dimensiones más importantes e irrenunciables de la vida humana, como es el afán por el conocimiento, la búsqueda de la verdad sobre el mundo; además, la filosofía tiene lo que podríamos llamar “utilidad existencial”: como indica con frecuencia, el hombre es un náufrago perdido en la existencia y en este naufragio las teorías, particularmente las filosóficas, le permiten orientarse en la realidad.
I.2. El método de la filosofía: la intuición filosófica
En cuanto al método que se debe utilizar en las investigaciones filosóficas, de nuevo encontramos la influencia de Descartes, pero más aún de Edmund Husserl, el fundador de la fenomenología. Ortega considera que el conocimiento humano descansa en principios muy básicos que se alcanzan mediante actos simples de conocimiento a los que llama intuiciones; los ejemplos más sencillos de intuición se sitúan en el nivel de la intuición sensible o percepción; pero la intuición no se limita a la esfera de la percepción ni es por tanto sólo intuición sensible; también hay otros tipos de realidades u objetividades que pueden darse en persona, que pueden estar presentes ante la mirada del sujeto cognoscente. En este punto Ortega señala los límites del positivismo, heredero del empirismo: su comprensión de lo positivo, de aquello que realmente se da, es demasiado estrecha, al admitir como datos sólo los que se ofrecen a la percepción. Frente a este positivismo reivindica el “positivismo radical”. De este modo, dice Ortega, es posible la intuición o conocimiento inmediato de la verdad también en otros ámbitos, como el de las objetividades matemáticas, o del mundo de los valores y, por supuesto, respecto de los grandes temas de la filosofía. Existe por tanto lo que podríamos llamar “intuición filosófica”: intuición porque es un acto de conocimiento privilegiado, la presencia inmediata de la verdad, y filosófica porque la objetividad que en este acto se muestra es un sentido filosófico.
II. La nueva idea de Razón propuesta por Ortega: razón vital y razón histórica
Puesto que Ortega nos propone una modificación de la idea de ser, no es extraño que acompañe a esta propuesta la reivindicación de una nueva forma de conocer la realidad: la realidad primordial, la vida, sólo puede captarse adecuadamente mediante el recurso de la razón vital y de la razón histórica.
Ortega y Gasset llamó racio-vitalismo a su sistema filosófico. Es la filosofía que tiene como tema explícito la reflexión sobre la vida y el descubrimiento y explicación de sus categorías fundamentales. Con este título quiso separarse de los movimientos vitalistas más conocidos, particularmente del irracionalista propuesto por Nietzsche. Nuestro autor considera que carece de sentido rechazar la racionalidad humana pues es una dimensión básica e irrenunciable al estar incardinada en la vida humana y ser uno de sus instrumentos. El apetito de verdad y de objetividad forma parte de las inclinaciones más profundas del ser humano, así como nuestra predisposición a alcanzar dichos ideales mediante el ejercicio de la razón; además, con la razón construimos descripciones de la realidad que nos permiten orientarnos en la existencia: los sistemas de creencias hacen inteligible la realidad y permiten enfrentarnos al naufragio que invariablemente es la existencia. Pero ello no nos lleva de ningún modo al racionalismo pues la razón vital, a diferencia de la razón pura del racionalismo es capaz de recoger las peculiaridades y reclamaciones de la vida (la perspectiva, la individualidad, la historia, la vocación por la acción, la excelencia y la corporeidad...).
La razón vital conduce invariablemente a la razón histórica, puesto que la vida es esencialmente cambio e historia. La razón histórica tiene como objetivo permitirnos comprender la realidad humana a partir de su construcción histórica y de las categorías de la vida; con ella podemos superar las graves limitaciones de la razón fisico-matemática propuesta en la modernidad. La filosofía tradicional había defendido la existencia de la naturaleza humana, de un núcleo fijo, estático y esencial, y por lo tanto había entendido al hombre en términos semejantes a las cosas del mundo (en términos substancialistas). El concepto de razón pura y matematizante típico de la modernidad es la culminación de este punto de vista, pero, señala Ortega, este tipo de racionalidad ha tenido un éxito relativo pues con ella se han cumplido los ideales técnicos de la modernidad aunque no los morales y existenciales. La razón básica de este fracaso se debe a que esta idea de racionalidad típica de la Edad Moderna es adecuada para aprehender las cosas, pero no propiamente la realidad humana, pues el hombre no es una cosa más del mundo, ni tiene naturaleza ni un ser estático, sino temporalidad e historia. Ortega describe dos formas de dar cuenta de la realidad: explicamos una cosa cuando descubrimos las leyes cuantitativas a las que se somete; esta forma de comprensión es legítima cuando se aplica a los hechos y a las cosas, pero no cuando intentamos dar cuenta de los asuntos humanos. Entendemos algo cuando captamos el sentido presente en dicha realidad, y es esta la forma de comprensión adecuada para dar cuenta del mundo humano: el mundo humano no consta de hechos sino de sentidos. El sentido o significación de una acción o asunto humano se hace inteligible cuando lo relacionamos con las creencias, valoraciones, sentimientos y proyectos del individuo, grupo o comunidad en el que aparece dicha acción o asunto; la razón histórica es precisamente el instrumento que debemos utilizar para comprender los sentidos de la existencia humana. Para ello, la razón histórica se ha de referir a dimensiones del vivir como los sentimientos y proyectos del individuo o colectividad que queramos estudiar, y a las categorías, creencias y esquemas mentales que cada individuo, grupo o cultura ha utilizado para dar un sentido a su vida y enfrentarse al reto de la existencia. La razón histórica utiliza igualmente los recursos interpretativos que nos permite el enfoque historicista: el análisis de la biografía, la teoría de las generaciones y la comprensión de las distintas épocas que constituyen nuestro pasado y determinan nuestro presente.
RAQUEL MARTÍN BENÉITEZ