1. ¿ QUÉ ES EL ATEÍMO ?
El ateísmo se caracteriza por una ausencia deliberada (es decir, elegida) de creencia en la existencia de dioses. Algunos ateos llegan más lejos, y creen que algunos dioses en particular, o todos los dioses, no existen. La no creencia en la existencia de dioses es a menudo referida como la postura del "ateísmo débil". La creencia de que los dioses no existen (o no pueden existir) es conocida como "ateísmo fuerte".
Es importante, sin embargo, hacer notar la diferencia entre las posturas fuerte y débil del ateísmo. "Ateísmo débil" es simple escepticismo; no creencia en la existencia de Dios. "Ateísmo fuerte" es una creencia cierta en que Dios no existe. Por favor no caigas en la trampa de asumir que todos los ateos son "ateos fuertes". Hay una diferencia cualitativa entre las posturas "fuerte" y "débil"; no es sólo una diferencia de grado.
Algunos ateos creen en la no existencia de todos los dioses; otros limitan su ateísmo a dioses específicos, tales como el Dios del Cristianismo, en lugar de hacer una negación general.
2.¿PERO NO ES LO MISMO NO CREER EN DIOS QUE CREER QUE NO EXISTE ?
No creer en una proposición significa que uno no cree que sea verdadera. No creer que algo es verdadero no es equivalente a creer que es falso; uno puede sencillamente no tener idea si es verdadero o no. Lo cual nos lleva al agnosticismo.
(un agnóstico es alguien que cree que no sabemos ni podemos saber con certeza si Dios existe).
3. ¿QUÉ ES UN LIBREPENSADOR?
Un librepensador es alguien que piensa libremente - alguien que está preparado para considerar cualquier posibilidad, y que determina qué ideas son correctas o incorrectas a través de la razón, en base a un conjunto consistente de reglas tales como el método científico.
4.MENSAJES FUNDAMENTALES DEL ATEÍSMO:
-El comportamiento moral es más que sólo seguir reglas irreflexivamente.
-Sé particularmente escéptico con las afirmaciones positivas.
-Si quieres que tu vida tenga algún tipo de significado, depende de tí el encontrarlo.
-Busca la verdad, incluso si te hace sentir incómodo.
-Saca el máximo provecho a tu vida, porque probablemente es la única que tendrás.
-No es bueno depender de algún poder externo para cambiar; debes cambiar tu mismo.
-Si debes asumir algo, asume algo fácil de poner a prueba.
-No creas en algo sólo porque deseas que sea cierto.
y finalmente (y lo de mayor importancia):
-Todas las creencias deberían estar abiertas al cuestionamiento.
domingo, 31 de enero de 2010
ALGO ACERCA DEL ATEÍSMO
Manifiesto Internacional para un Humanismo Ateo:
1.La religión es prehistórica y primitiva
Las religiones fueron las primeras tentativas infantiles de la humanidad para tratar de explicar y controlar la naturaleza. Para explicar lo desconocido en la naturaleza las religiones nos dieron una respuesta desprovista de sentido, la respuesta de “un dios salido de la nada”, “un dios que lo hizo todo”. Todas las cosas, incluyendo a los hombres, se suponía, eran creaciones de los dioses y estaban sometidas a su voluntad. Para intentar controlar la naturaleza mediante la intervención divina las religiones declararon que debíamos rezar a esos dioses, sometiendo otra vez a la humanidad a su voluntad. Las religiones eran también respuestas primitivas y reaccionarias al miedo a la muerte. Las religiones declararon que un paraíso divino y eterno nos esperaba después de la muerte, un paraíso bajo la autoridad de los dioses que nosotros deberíamos “merecer”. La voluntad de los hombres estaba sometida a los dioses.
En consecuencia, según la religión, los hombres deberían prosternarse ante la voluntad de las divinidades “sobrenaturales” y obedecer a ciegas sus deseos. Esa era nuestra única razón de existir. Después de todo, nosotros no éramos dueños de nuestras vidas. Nosotros no teníamos ningún destino propio, éramos juguetes, objetos de un juego extraño, invisible y “divino”. Las religiones declararon que la existencia de los hombres sobre la Tierra era sólo un paso obligatorio, aunque menor, lleno de dolor, desde las agonías provocadas por la “caída” en la Torah judía, hasta el mundo rodeado de sufrimientos de los budistas, y el “valle de lágrimas” de los cristianos. El único objetivo de la vida era obtener el acceso a una improbable “vida después de la muerte”. El papel interesado que juegan los líderes actuales de las religiones en la distribución de estas viejas ideas es, en última instancia, destructor. ¿Existe algo más nocivo que pedir a los hombres que renuncien al beneficio de la razón y de la prueba para creer en seres sobrenaturales que roban nuestra voluntad, nuestra independencia y nuestra dignidad? Al contrario, los ateos y los librepensadores afirman su acuerdo con Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas”. No necesitamos referirnos a lo sobrenatural para determinar la naturaleza de la realidad, saber lo que somos y cómo deberíamos actuar. Nuestra inteligencia y nuestra conciencia son guías suficientes.
El Paraíso, si es que existe, debería realizarse sobre la Tierra y no en un reino etéreo más allá de la muerte. Es aquí y ahora que debemos ser seres humanos y vivos. Como librepensadores y ateos creemos que la humanidad ya no necesita religiones anticuadas, primitivas, peligrosas y degradantes.
2.La religión se basa necesariamente en el dogma
Para perpetuar la subordinación de los hombres a lo sobrenatural las religiones y las sectas inventaron un fárrago de dogmas. Las prohibiciones religiosas, el delito de blasfemia, la amenaza de excomunión y la fatwa son algunos de los numerosos procedimientos creados por las religiones para alimentar nuestros temores, obligarnos a creer e impedir nuestra emancipación. La noción de verdad procedente de una imposición “divina” tiene un solo objetivo: imponer a los hombres un comportamiento, dictar prohibiciones; no tenemos ningún derecho a ser libres de decidir para nosotros sobre nuestros propios modos de vida. Pero realmente no hay ni verdad revelada, ni verdad moral absoluta: hay sólo verdades morales relativas que pueden cambiar de una cultura a otra, de una generación a otra. Ningún dios murmuró nunca nada a nuestros oídos, todo lo hemos adquirido con nuestros propios medios. Nos hemos educado a nosotros mismos, como dijo Heráclito hace miles de años “aprendemos por nosotros, para nosotros”.
Como librepensadores y ateos, pensamos que los hombres deberían romper las cadenas del dogma religioso y seguir su propio camino para conquistar el conocimiento y la libertad. Nada está grabado en piedra por anticipado. Tenemos nuestra responsabilidad en la determinación de nuestras propias verdades y de nuestro futuro.
3.La religión es la negación de la ciencia
La ciencia se apoya sobre la razón y sobre la prueba, la religión sobre la fe. Estas dos visiones del mundo son mutuamente antagonistas. De hecho, para tener fe, hay que abandonar o contradecir la razón y la prueba. Es por eso que la religión es la negación de la ciencia.
Prohibiendo a la ciencia ir más allá de la Biblia, más allá del Corán o de todos los demás libros “sagrados” las religiones lucharon siempre contra las tentativas de explicación de la vida en términos naturales. Las religiones han puesto siempre la verdad “revelada” por encima de la verdad descubierta “científicamente”. La ciencia y la religión son fundamentalmente antagonistas.
Galileo y Bruno, perseguidos por la misma Iglesia Católica que comenzó rechazando la teoría de la evolución: he ahí dos ejemplos de ese antagonismo. Las opciones éticas son a menudo definidas en relación con la ciencia pura y la ciencia aplicada. ¿Pero qué criterios deberían ser usados para determinar qué es “bueno” y qué es “malo”? ¿Quién debería arbitrar estas preguntas, los dioses o los hombres? ¡Hay tantas mitologías y dioses contradictorios para saber cuál escoger! ¡Y sus “mensajes” no siempre están completamente claros! ¿Y qué capacidad tienen las religiones para juzgar los descubrimientos científicos? En última instancia, deberíamos tomar decisiones basadas en lo que es mejor para la humanidad. La ciencia debería ser liberada del poder arbitrario y de la dictadura del dogma religioso.
Como librepensadores y ateos apoyamos un esfuerzo general para impulsar el pensamiento crítico y el método científico como únicos medios para alcanzar el conocimiento del universo. Rechazamos la fe y la revelación como métodos para avanzar en el conocimiento de la realidad porque sólo producen resultados contradictorios y sin consistencia. Exhortamos al examen de las contradicciones y a la crítica de todos los sistemas de fe sobrenatural y de todas las instituciones religiosas. Rechazamos todas las explicaciones de lo desconocido por un “dios que proceda de nada”. Rechazamos el creacionismo como una forma de religión sin consistencia.
4.La religión es la opresión
La subordinación de la voluntad de los hombres a lo “divino” es un acto de opresión. La costumbre que conduce a obedecer al clero, dejarlo tomar decisiones en nuestro lugar, es un acto de opresión e irresponsabilidad.
Las religiones y las sectas siempre han servido para justificar la opresión social, económica, cultural y política. Desde el sistema de castas del hinduismo hasta la Epístola a los Romanos (13. 1-7) de la Biblia cristiana, en el Sura (16:72) sobre las Abejas del Corán islámico, en el capitalismo desenfrenado y explotador de los protestantes, en el apoyo al zarismo y el estalinismo de la Iglesia Oriental Griega Ortodoxa: las “enseñanzas reveladas” justificaron la organización de tiránicas jerarquías sociales y la preservación de la explotación económica.
Quien quisiera criticar esa jerarquía y esa explotación desafiaba la “voluntad divina”. Es por eso que las religiones actuaron siempre como instrumentos de la opresión social. A lo largo de la historia, los monarcas y los dictadores encontraron sus “justificaciones” morales apelando a la autoridad sobrenatural, como sucede con el concepto de “monarquía de derecho divino”. Además, la injusticia y la miseria son toleradas debido a que la fe religiosa promete un mundo mejor y sobrenatural que nos esperaría después de la muerte.
1.La religión es prehistórica y primitiva
Las religiones fueron las primeras tentativas infantiles de la humanidad para tratar de explicar y controlar la naturaleza. Para explicar lo desconocido en la naturaleza las religiones nos dieron una respuesta desprovista de sentido, la respuesta de “un dios salido de la nada”, “un dios que lo hizo todo”. Todas las cosas, incluyendo a los hombres, se suponía, eran creaciones de los dioses y estaban sometidas a su voluntad. Para intentar controlar la naturaleza mediante la intervención divina las religiones declararon que debíamos rezar a esos dioses, sometiendo otra vez a la humanidad a su voluntad. Las religiones eran también respuestas primitivas y reaccionarias al miedo a la muerte. Las religiones declararon que un paraíso divino y eterno nos esperaba después de la muerte, un paraíso bajo la autoridad de los dioses que nosotros deberíamos “merecer”. La voluntad de los hombres estaba sometida a los dioses.
En consecuencia, según la religión, los hombres deberían prosternarse ante la voluntad de las divinidades “sobrenaturales” y obedecer a ciegas sus deseos. Esa era nuestra única razón de existir. Después de todo, nosotros no éramos dueños de nuestras vidas. Nosotros no teníamos ningún destino propio, éramos juguetes, objetos de un juego extraño, invisible y “divino”. Las religiones declararon que la existencia de los hombres sobre la Tierra era sólo un paso obligatorio, aunque menor, lleno de dolor, desde las agonías provocadas por la “caída” en la Torah judía, hasta el mundo rodeado de sufrimientos de los budistas, y el “valle de lágrimas” de los cristianos. El único objetivo de la vida era obtener el acceso a una improbable “vida después de la muerte”. El papel interesado que juegan los líderes actuales de las religiones en la distribución de estas viejas ideas es, en última instancia, destructor. ¿Existe algo más nocivo que pedir a los hombres que renuncien al beneficio de la razón y de la prueba para creer en seres sobrenaturales que roban nuestra voluntad, nuestra independencia y nuestra dignidad? Al contrario, los ateos y los librepensadores afirman su acuerdo con Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas”. No necesitamos referirnos a lo sobrenatural para determinar la naturaleza de la realidad, saber lo que somos y cómo deberíamos actuar. Nuestra inteligencia y nuestra conciencia son guías suficientes.
El Paraíso, si es que existe, debería realizarse sobre la Tierra y no en un reino etéreo más allá de la muerte. Es aquí y ahora que debemos ser seres humanos y vivos. Como librepensadores y ateos creemos que la humanidad ya no necesita religiones anticuadas, primitivas, peligrosas y degradantes.
2.La religión se basa necesariamente en el dogma
Para perpetuar la subordinación de los hombres a lo sobrenatural las religiones y las sectas inventaron un fárrago de dogmas. Las prohibiciones religiosas, el delito de blasfemia, la amenaza de excomunión y la fatwa son algunos de los numerosos procedimientos creados por las religiones para alimentar nuestros temores, obligarnos a creer e impedir nuestra emancipación. La noción de verdad procedente de una imposición “divina” tiene un solo objetivo: imponer a los hombres un comportamiento, dictar prohibiciones; no tenemos ningún derecho a ser libres de decidir para nosotros sobre nuestros propios modos de vida. Pero realmente no hay ni verdad revelada, ni verdad moral absoluta: hay sólo verdades morales relativas que pueden cambiar de una cultura a otra, de una generación a otra. Ningún dios murmuró nunca nada a nuestros oídos, todo lo hemos adquirido con nuestros propios medios. Nos hemos educado a nosotros mismos, como dijo Heráclito hace miles de años “aprendemos por nosotros, para nosotros”.
Como librepensadores y ateos, pensamos que los hombres deberían romper las cadenas del dogma religioso y seguir su propio camino para conquistar el conocimiento y la libertad. Nada está grabado en piedra por anticipado. Tenemos nuestra responsabilidad en la determinación de nuestras propias verdades y de nuestro futuro.
3.La religión es la negación de la ciencia
La ciencia se apoya sobre la razón y sobre la prueba, la religión sobre la fe. Estas dos visiones del mundo son mutuamente antagonistas. De hecho, para tener fe, hay que abandonar o contradecir la razón y la prueba. Es por eso que la religión es la negación de la ciencia.
Prohibiendo a la ciencia ir más allá de la Biblia, más allá del Corán o de todos los demás libros “sagrados” las religiones lucharon siempre contra las tentativas de explicación de la vida en términos naturales. Las religiones han puesto siempre la verdad “revelada” por encima de la verdad descubierta “científicamente”. La ciencia y la religión son fundamentalmente antagonistas.
Galileo y Bruno, perseguidos por la misma Iglesia Católica que comenzó rechazando la teoría de la evolución: he ahí dos ejemplos de ese antagonismo. Las opciones éticas son a menudo definidas en relación con la ciencia pura y la ciencia aplicada. ¿Pero qué criterios deberían ser usados para determinar qué es “bueno” y qué es “malo”? ¿Quién debería arbitrar estas preguntas, los dioses o los hombres? ¡Hay tantas mitologías y dioses contradictorios para saber cuál escoger! ¡Y sus “mensajes” no siempre están completamente claros! ¿Y qué capacidad tienen las religiones para juzgar los descubrimientos científicos? En última instancia, deberíamos tomar decisiones basadas en lo que es mejor para la humanidad. La ciencia debería ser liberada del poder arbitrario y de la dictadura del dogma religioso.
Como librepensadores y ateos apoyamos un esfuerzo general para impulsar el pensamiento crítico y el método científico como únicos medios para alcanzar el conocimiento del universo. Rechazamos la fe y la revelación como métodos para avanzar en el conocimiento de la realidad porque sólo producen resultados contradictorios y sin consistencia. Exhortamos al examen de las contradicciones y a la crítica de todos los sistemas de fe sobrenatural y de todas las instituciones religiosas. Rechazamos todas las explicaciones de lo desconocido por un “dios que proceda de nada”. Rechazamos el creacionismo como una forma de religión sin consistencia.
4.La religión es la opresión
La subordinación de la voluntad de los hombres a lo “divino” es un acto de opresión. La costumbre que conduce a obedecer al clero, dejarlo tomar decisiones en nuestro lugar, es un acto de opresión e irresponsabilidad.
Las religiones y las sectas siempre han servido para justificar la opresión social, económica, cultural y política. Desde el sistema de castas del hinduismo hasta la Epístola a los Romanos (13. 1-7) de la Biblia cristiana, en el Sura (16:72) sobre las Abejas del Corán islámico, en el capitalismo desenfrenado y explotador de los protestantes, en el apoyo al zarismo y el estalinismo de la Iglesia Oriental Griega Ortodoxa: las “enseñanzas reveladas” justificaron la organización de tiránicas jerarquías sociales y la preservación de la explotación económica.
Quien quisiera criticar esa jerarquía y esa explotación desafiaba la “voluntad divina”. Es por eso que las religiones actuaron siempre como instrumentos de la opresión social. A lo largo de la historia, los monarcas y los dictadores encontraron sus “justificaciones” morales apelando a la autoridad sobrenatural, como sucede con el concepto de “monarquía de derecho divino”. Además, la injusticia y la miseria son toleradas debido a que la fe religiosa promete un mundo mejor y sobrenatural que nos esperaría después de la muerte.
miércoles, 27 de enero de 2010
ARGUMENTO ONTOLÓGICO
Prueba para la demostración de la existencia de Dios. Cree posible demostrar su existencia a partir de la comprensión de la idea de Dios, ya que ésta implica su existencia
El rasgo peculiar de este argumento está en que considera posible demostrar la existencia de Dios a partir de la mera comprensión intelectual del concepto de Dios (o de su esencia, según algunas versiones) y sin utilizar ningún dato del mundo, ninguna experiencia de la realidad. Se suele indicar que por ello este argumento es típicamente racionalista pues va de la mente o razón al mundo y no de la experiencia del mundo a Dios, de ahí que sea un argumento particularmente apreciado por los racionalistas (desde Descartes hasta Hegel) pero rechazado por todos aquellos filósofos que valoran más la experiencia sensible (desde Santo Tomás hasta Kant, quien precisamente dio este título a esta forma de argumentar).
El argumento, tal y como lo defiende San Anselmo (1035-1109) en su obra “Proslogion”, se puede resumir del siguiente modo:
a) comienza definiendo a Dios como “el ser mayor que el cual nada puede pensarse” (con ello quiere indicar que pensamos a Dios como el ser más perfecto);
b) el insensato –así llama este filósofo al que no cree en Dios– tiene en su espíritu la idea de Dios como el ser mayor que el cual nada puede pensarse, pues:
al oír el enunciado lo comprende,
todo lo que se comprende está en el espíritu;
c) si ese objeto –Dios– existiese sólo en la inteligencia o espíritu, tal como afirma el insensato, no sería el ser mayor que el cual nada puede pensarse pues:
la existencia hace a algo mayor (premisa implícita),
el ser que existiese realmente, además de en el pensamiento, sería mayor que el ser meramente pensado;
d) si el insensato dice que Dios no existe, estaría diciendo que Dios –ser mayor que el cual nada puede pensarse– no es Dios, ya que aún podríamos pensar en otro ser que además de existir en la inteligencia existiese en la realidad, y ese sería mayor que el ser meramente pensado, y sería propiamente Dios. El ateo que niega la existencia de Dios piensa que el ser mayor que el cual nada puede pensarse no es el ser mayor que el cual nada puede pensarse, con lo cual cae en contradicción;
e) conclusión: luego Dios existe.
A este argumento el monje Gaunilón objetó que de la misma forma deberían existir las islas Afortunadas, título con el que nos referimos a las tierras más hermosas y perfectas que se puede pensar; pues no serían las más hermosas y perfectas si no existieran, luego deben existir en la realidad además de en nuestra mente. San Anselmo respondió que esa definición sólo puede aplicarse a Dios porque sólo en Él se identifican esencia y existencia.
R.P.R BC2
El rasgo peculiar de este argumento está en que considera posible demostrar la existencia de Dios a partir de la mera comprensión intelectual del concepto de Dios (o de su esencia, según algunas versiones) y sin utilizar ningún dato del mundo, ninguna experiencia de la realidad. Se suele indicar que por ello este argumento es típicamente racionalista pues va de la mente o razón al mundo y no de la experiencia del mundo a Dios, de ahí que sea un argumento particularmente apreciado por los racionalistas (desde Descartes hasta Hegel) pero rechazado por todos aquellos filósofos que valoran más la experiencia sensible (desde Santo Tomás hasta Kant, quien precisamente dio este título a esta forma de argumentar).
El argumento, tal y como lo defiende San Anselmo (1035-1109) en su obra “Proslogion”, se puede resumir del siguiente modo:
a) comienza definiendo a Dios como “el ser mayor que el cual nada puede pensarse” (con ello quiere indicar que pensamos a Dios como el ser más perfecto);
b) el insensato –así llama este filósofo al que no cree en Dios– tiene en su espíritu la idea de Dios como el ser mayor que el cual nada puede pensarse, pues:
al oír el enunciado lo comprende,
todo lo que se comprende está en el espíritu;
c) si ese objeto –Dios– existiese sólo en la inteligencia o espíritu, tal como afirma el insensato, no sería el ser mayor que el cual nada puede pensarse pues:
la existencia hace a algo mayor (premisa implícita),
el ser que existiese realmente, además de en el pensamiento, sería mayor que el ser meramente pensado;
d) si el insensato dice que Dios no existe, estaría diciendo que Dios –ser mayor que el cual nada puede pensarse– no es Dios, ya que aún podríamos pensar en otro ser que además de existir en la inteligencia existiese en la realidad, y ese sería mayor que el ser meramente pensado, y sería propiamente Dios. El ateo que niega la existencia de Dios piensa que el ser mayor que el cual nada puede pensarse no es el ser mayor que el cual nada puede pensarse, con lo cual cae en contradicción;
e) conclusión: luego Dios existe.
A este argumento el monje Gaunilón objetó que de la misma forma deberían existir las islas Afortunadas, título con el que nos referimos a las tierras más hermosas y perfectas que se puede pensar; pues no serían las más hermosas y perfectas si no existieran, luego deben existir en la realidad además de en nuestra mente. San Anselmo respondió que esa definición sólo puede aplicarse a Dios porque sólo en Él se identifican esencia y existencia.
R.P.R BC2
SAN ANSELMO, PROSLOGION. CAPITULO II
Señor, Tú que das la inteligencia de la fe, dame cuanto sepas que es necesario para que entienda que existes, como lo creemos, y que eres lo que creemos; creemos ciertamente que Tú eres algo mayor que lo cual nada puede pensarse. ¿Y si, por ventura, no existe una tal naturaleza, puesto que el insensato dijo en su corazón: no existe Dios? Mas el propio insensato, cuando oye esto mismo que yo digo: "algo mayor que lo cual nada puede pensarse", entiende lo que oye, y lo que entiende está en su entendimiento, aunque no entienda que aquello exista realmente. Una cosa es, pues, que la cosa esté en el entendimiento, y otra entender que la cosa existe en la realidad. Pues, cuando el pintor piensa lo que ha de hacer, lo tiene ciertamente en el entendimiento, pero no entiende que exista todavía en la realidad lo que todavía no hizo. Sin embargo, cuando ya lo pintó, no sólo lo tiene en el entendimiento, sino que también entiende que existe en la realidad, porque ya lo hizo. El insensato debe convencerse, pues, de que existe, al menos en el entendimiento, algo mayor que lo cual nada puede pensarse, porque cuando oye esto, lo entiende, y lo que se entiende existe en el entendimiento. Y, en verdad, aquello mayor que lo cual nada puede pensarse, no puede existir sólo en el entendimiento. Pues si sólo existe en el entendimiento puede pensarse algo que exista también en la realidad, lo cual es mayor. Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse, existe sólo en el entendimiento, aquello mayor que lo cual nada puede pensarse es lo mismo que aquello mayor que lo cual puede pensarse algo. Pero esto ciertamente no puede ser. Existe, por tanto, fuera de toda duda, algo mayor que lo cual nada puede pensarse, tanto en el entendimiento como en la realidad.
lunes, 11 de enero de 2010
SANTO TOMÁS DE AQUINO
1. Santo Tomás de Aquino nació en el castillo de Roccasecca, cerca de Aquino, en el año 1225, en el seno de una numerosa y noble familia italiana. Su padre, Landolfo, descendiente a su vez de los condes de Aquino, estaba emparentado con el emperador Federico II. Su madre, Teodora, era hija de los condes de Taete y Chieti. Recibió Tomás su primera educación, a partir de los cinco años, en la abadía de Montecasino, de la que era abad su tío, permaneciendo en el monasterio hasta 1239, cuando el emperador Federico II decretó la expulsión de los monjes. Allí realizó los estudios ordinarios de gramática, latín, música, moral y religión.
2. A finales de 1239 se dirigió a la universidad de Nápoles para continuar sus estudios, permaneciendo en dicha ciudad hasta 1244, año en que, sintiéndose atraído por la vida de los frailes dominicos que había conocido en un convento de Nápoles, ingresó en la orden como novicio. La decisión no fue del agrado de su familia, que hubiera preferido que Sto. Tomás sucediera a su tío al frente de la abadía de Montecasino. Enterada de que Sto. Tomás se iba a dirigir a Bolonia para participar en un capítulo general de la orden, y que posteriormente sería enviado a París para continuar sus estudios, fue raptado por sus hermanos y retenido por ellos durante más de un año en el castillo de Roccasecca, con la intención de disuadirlo de su ingreso definitivo en la orden, cosa que no consiguieron dejándole, finalmente, cumplir su voluntad. Se dirigió posteriormente a París, probablemente en el verano de 1245.
3. En París permaneció hasta 1248, como estudiante, ganándose rápidamente la confianza de San Alberto Magno quien se sintió atraído por las grandes posibilidades intelectuales de su discípulo. En 1248 se dirigió a Colonia, con San Alberto, quien iba a fundar una casa de estudios para la orden.
4. En Colonia permaneció con él hasta 1252, regresando a París para continuar sus estudios, recibiendo su licenciatura (licencia para enseñar en la Facultad de Teología) en 1256, siendo nombrado Magister ese mismo año, ocupando su cátedra hasta el 1259.
5. En 1259 se trasladó a Italia, donde permaneció hasta 1268, con el encargo de enseñar teología en la Corte pontificia . A lo largo de estos años residió en varias ciudades italianas, como Anagni, Orvieto, Roma y Viterbo, siendo invitado a dar conferencias en las universidades de Nápoles y Bolonia. En esta época conoce, entre otros personajes ilustres, a Guillermo de Moerbeke, el famoso traductor de las obras de Aristóteles, quien puso a su disposición varias de sus traducciones, entre ellas algunas que se encontraba prohibidas en la época (De Anima, De Sensu et Sensato y De Memoria et Reminiscentia) y que Sto. Tomás comentará, junto con otras obras de Aristóteles como la Física y la Metafísica.
6. En 1268 regresa a París, impartiendo su magisterio hasta 1272, en medio de numerosas polémicas provocadas tanto por los ataques contra y entre las órdenes religiosas, como por las controversias suscitadas por los averroistas latinos, quienes, encabezados por Siger de Brabante, habían copado la facultad de Artes (filosofía) modificando sustancialmente las enseñanzas aristotélicas que San Alberto y el mismo Sto. Tomás habían anteriormente introducido en dicho facultad.
7. Luego de una polémica actividad regresa a Nápoles el año 1272, con el encargo de establecer una casa de estudios (studium generale), donde abandona totalmente su actividad docente y de autor, encontrándose frecuentemente arrebatado por experiencias místicas que le absorben por completo. Permanecerá allí hasta 1274, muriendo en el transcurso del viaje iniciado ese año para dirigirse de Nápoles a Lyon, donde iba a celebrarse un concilio convocado por el papa Gregorio X.
R.P.R BC2
2. A finales de 1239 se dirigió a la universidad de Nápoles para continuar sus estudios, permaneciendo en dicha ciudad hasta 1244, año en que, sintiéndose atraído por la vida de los frailes dominicos que había conocido en un convento de Nápoles, ingresó en la orden como novicio. La decisión no fue del agrado de su familia, que hubiera preferido que Sto. Tomás sucediera a su tío al frente de la abadía de Montecasino. Enterada de que Sto. Tomás se iba a dirigir a Bolonia para participar en un capítulo general de la orden, y que posteriormente sería enviado a París para continuar sus estudios, fue raptado por sus hermanos y retenido por ellos durante más de un año en el castillo de Roccasecca, con la intención de disuadirlo de su ingreso definitivo en la orden, cosa que no consiguieron dejándole, finalmente, cumplir su voluntad. Se dirigió posteriormente a París, probablemente en el verano de 1245.
3. En París permaneció hasta 1248, como estudiante, ganándose rápidamente la confianza de San Alberto Magno quien se sintió atraído por las grandes posibilidades intelectuales de su discípulo. En 1248 se dirigió a Colonia, con San Alberto, quien iba a fundar una casa de estudios para la orden.
4. En Colonia permaneció con él hasta 1252, regresando a París para continuar sus estudios, recibiendo su licenciatura (licencia para enseñar en la Facultad de Teología) en 1256, siendo nombrado Magister ese mismo año, ocupando su cátedra hasta el 1259.
5. En 1259 se trasladó a Italia, donde permaneció hasta 1268, con el encargo de enseñar teología en la Corte pontificia . A lo largo de estos años residió en varias ciudades italianas, como Anagni, Orvieto, Roma y Viterbo, siendo invitado a dar conferencias en las universidades de Nápoles y Bolonia. En esta época conoce, entre otros personajes ilustres, a Guillermo de Moerbeke, el famoso traductor de las obras de Aristóteles, quien puso a su disposición varias de sus traducciones, entre ellas algunas que se encontraba prohibidas en la época (De Anima, De Sensu et Sensato y De Memoria et Reminiscentia) y que Sto. Tomás comentará, junto con otras obras de Aristóteles como la Física y la Metafísica.
6. En 1268 regresa a París, impartiendo su magisterio hasta 1272, en medio de numerosas polémicas provocadas tanto por los ataques contra y entre las órdenes religiosas, como por las controversias suscitadas por los averroistas latinos, quienes, encabezados por Siger de Brabante, habían copado la facultad de Artes (filosofía) modificando sustancialmente las enseñanzas aristotélicas que San Alberto y el mismo Sto. Tomás habían anteriormente introducido en dicho facultad.
7. Luego de una polémica actividad regresa a Nápoles el año 1272, con el encargo de establecer una casa de estudios (studium generale), donde abandona totalmente su actividad docente y de autor, encontrándose frecuentemente arrebatado por experiencias místicas que le absorben por completo. Permanecerá allí hasta 1274, muriendo en el transcurso del viaje iniciado ese año para dirigirse de Nápoles a Lyon, donde iba a celebrarse un concilio convocado por el papa Gregorio X.
R.P.R BC2
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